- Con el objetivo de comprender mejor esta “problemática”, la psicóloga de la Escuela Pablo Neruda, Zarella Pérez, explica que la salud mental y emocional de los niños se ha visto afectada debido a tres aspectos: uso de aplicaciones, juegos y redes sociales.
Berrinches, pataletas y llanto son algunas de las reacciones que niños y niñas tienen al momento de que se les prohíbe el uso de aplicaciones, juegos o redes sociales. Es la realidad que muchas madres y padres han tenido que enfrentar especialmente en pandemia, periodo en que, evidentemente ha existido un crecimiento exponencial del uso de pantallas.
En ese sentido, la psicóloga de la Escuela Pablo Neruda, Zarella Pérez afirma que el impacto de las pantallas ha sido perjudicial para que niños y niñas se relacionen con sus pares: “Los tiempos han cambiado, estamos viviendo en una era en donde la tecnología predomina en todos los ámbitos. Hoy en día, los niños y niñas nacen con un objeto tecnológico en las manos y son los mismos adultos los que están promoviendo el uso de estos dispositivos, debido a que logra calmarlos y también se mantienen ocupados por un largo rato”.
Pérez entrega una serie de recomendaciones para constatar la afectación que el uso excesivo de pantallas podría provocar en los menores: “Lo que más se puede observar es el déficit de atención, problemas de aprendizaje, debido a que es un gran distractor (las pantallas y dispositivos) a la hora de estudiar, el incremento de las rabietas y enojos, sobre todo en los más pequeños producto de la sobreestimulación y en algunos casos también por el contenido de los videos o los juegos que se ven expuestos. El sedentarismo es otra de las consecuencias de horas que llevan sentados o acostados con el dispositivo electrónico”.
La especialista reconoce que la adicción que los dispositivos generan en los más jóvenes es aún más perjudicial, ya que “introducen a los niños en un círculo de recompensa y el problema es que no hay edad temprana aún los niños no saben usar las cosas con moderación, lo cual crea una fascinación que se transforma en adicción. Asimismo, se puede visibilizar la disminución de las habilidades para interactuar con otros, se limitan la capacidad para establecer nuevas relaciones e interacciones como también de que aparezcan trastornos del sueño por no fijar límites a la hora de luz”.
Posibles soluciones
Según su experiencia, la profesional detalla que es “Importante que los padres y apoderados promuevan actividades al aire libre tan simple como: ir a las plazas; andar en bicicleta; caminar y subir cerros. Además de ello, utilizar los aparatos tecnológicos por lo menos 1 hora antes de ir a dormir y sobre todo, no utilizar la tecnología como una forma de tranquilizar a los niños y a los adolescentes.
Además de ello, sostiene que se deben “fijar límites para el uso de la tecnología; ser un buen ejemplo como adulto ya que nosotros finalmente somos los referentes y es súper importante que para generar un cambio esto tiene que ser poco a poco, ya que si existe una adicción va a necesitar desconectarse progresivamente porque si se elimina bruscamente aumentaría la ansiedad en el niño”.